Tras el mediatismo suscitado por el galardón ‘‘The Best’’, donde las estrellas del deporte rey lucen sus mejores trajes diseñados por las mejores marcas mientras pasean triunfantes por la gala, resuena el eco de la ausencia de Cristiano pese a la estrecha distancia entre Milán (sede de la gala) y Turín (lugar de residencia del astro portugués). Bien sabido es que el circo deportivo es argumento suficiente para llenar portadas de prensa. La historia de hoy tiene a otro Cristiano de protagonista utilizando de escenario la misma Italia, aunque sí es cierto que engloba dos realidades distintas dentro del mundo del fútbol.

Entre las calles portuarias de Livorno, un 4 de octubre de 1975 nació Cristiano Lucarelli. De orígenes muy humildes, el joven Cristiano ayudaba a su padre en los duros trabajos como estibador mientras siempre llevaba consigo una pelota para jugar con su hermano Alessandro. Como si fuera algo del destino, Lucarelli iría madurando una ideología de izquierdas bien clara y definida mientras crecía en su ciudad, sede del Partido Comunista Italiano tras su nacimiento en 1921. A todo esto se le sumaría el amor incondicional al equipo de su vida, el AS Livorno Calcio. Lucarelli no veía el éxito en tener innumerables posesiones de incalculable valor mientras triunfaba en la Juventus o en el Milán, sino en poder mostrar lealtad al club de su ciudad natal, que a su vez, es el club de fútbol referencia de la izquierda italiana.

Lucarelli no destacó por su sedentarismo en el fútbol, sino más bien por ser un trotamundos de la serie B y C tras su paso por clubes como Perugia, Cosenza o Padova. Sin embargo, en estos clubes demostró ser un formidable killer del área, ya que con su 1.88 de altura, consiguió un elevado número de goles que le permitieron llegar a la serie A con el Atalanta, ganándose una alta reputacion como una de las promesas del fútbol italiano. Todas estas hazañas le llevaron a ser convocado por las categorías inferiores de la selección azzurra, dejando una de las anécdotas extradeportivas más curiosas del fútbol: tras un gol marcado con la selección Sub-21 en un amistoso contra Moldavia en 1997, el delantero toscano nunca dejó de lado su militancia política y celebró el tanto levantando el puño mientras mostraba bajo la equipación del combinado italiano, una camiseta con la famosa silueta del Che Guevara. Todo ello generó un revuelo tan alto que la Federación Italiana expulsó al livornés de la selección. Pese a ello, su compromiso y sus principios permanecieron intactos ya que tenía un objetivo bien claro:
triunfar con el club de sus amores.

Sin embargo, los caminos de Lucarelli y el Livorno tardarían en encontrarse ya que tras su debut en la serie A con el Atalanta, el Valencia se haría con los servicios de la joven estrella italiana. Pese a tener la influencia de un entrenador compatriota como Claudio Ranieri y ganar la Copa del Rey; la temporada de Lucarelli no fue la idónea, lastrada por lesiones que solo le permitió marcar 1 tanto. Es así como volvió a Italia, enrolándose en las filas del Lecce dando lugar a su renacer goleador marcando 27 goles en dos temporadas. A raíz de todos estos acontecimientos, el nombre de Lucarelli ganó peso, llegando a tener ofertas millonarias de clubes de la Serie A. Sin embargo, los valores del delantero italiano iban por encima del dinero, y es así como abandonó el Torino para recalar en su querido Livorno, recién ascendido a la Serie B. Tras una exitosa temporada, y luciendo el 99 (año de fundación de la Brigate Autonome Livornesi, de tendencia comunista), Lucarelli fue el gran partícipe del ascenso del Livorno a la Serie A.

Pese a todo esto, la vida le depararía más sorpresas al delanterio livornés, y es así como la siguiente temporada con el Livorno sería Capocannoniere de la Serie A con 24 tantos, siendo el gran artífice de la primera clasificación a Europa en la historia del conjunto amaranto. Posteriormente, el jugador toscano saldría del Livorno para fichar por el Shakhtar Donetsk ucraniano. Sin éxito por las tierras del este, a los meses de su fichaje volvió a Italia para fichar por el Parma, y posteriormente dar fin a su carrera en el Nápoles con 37 años, comenzando así su periplo como entrenador. Sin duda, Lucarelli fue el máximo exponente de que la felicidad no la aporta el dinero y el éxito en un club de primer nivel, sino poder practicar el deporte que amas en el club de tus amores, ajeno a todos los flashes de las cámaras que impactan en los rostros de las estrellas del deporte como ocurre en el galardón ‘‘The Best’’.

Escrito por: Borja Sarmiento Menárguez.

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies