Se cruzan dos amigos rusos por la calle y le dice uno a otro: “¿Sabes que todo lo que nos decían del comunismo era mentira?”. Y el amigo, resignado, le responde: “Eso no es lo peor… lo peor es que todo lo que nos decían del capitalismo era verdad”.

Cuatro años después sigue vigente la pregunta de qué carajo hacemos aquí. En ocasiones cuesta explicarlo, sobre todo cuando a tu equipo le meten 7. Cuando las razones escasean, conviene mirar a nuestro alrededor. A Luis Rubiales le gustan el dinero y los eufemismos, en ese orden. A jugar un campeonato en Arabia Saudí lo denominó “abrir puertas”. El fútbol español, avanzadilla del alquimismo humanista, cambiará el rol de la mujer en el fútbol y, por ende, en la sociedad. Pues no. Como si un torneo que no le importa a nadie tuviese el poder de cambiar alguna realidad social. ¿Ingenuidad eurocéntrica o el cinismo más casposo?

En la misma semana vimos cómo echaban al entrenador del Málaga tras sufrir acoso y extorsión, criterios ambiguos en la aplicación del VAR o el paternalismo de los medios de comunicación que, por un día, se ponen las botas y se salpican con gusto del barro del infrafútbol. Qué simpática es la gente y qué pintorescos esos pueblos de la Copa del Rey, ¿eh?. Qué bonito es el esfuerzo de la aldea gala, la persecución de la gesta. Todo está en equilibrio hasta que el Real Madrid tiene que ir a Salamanca, a uno de esos reductos milagrosos. Unionistas de Salamanca es uno de los mejores argumentos que esgrimir cuando nos pregunten qué hacemos aquí. Que por qué escoger el fútbol popular.  ¿Cómo no vamos a estar del lado de ese club que lucha contra un ayuntamiento golfo, contra un engendro que usurpa instalaciones e identidades y contra unos medios serviles?

El Deportiva cortó la racha negativa que le había reportado cuatro derrotas consecutivas y un peligroso coqueteo con los puestos de peligro. Su empate frente a la Peña Ilicitana Raval (1-1) fue sufrido y llegó al final. 

El primer tiempo fue un intercambio de centrocampismo que solo pudo romper el inocente penalti de Tatto, en un desafortunado despeje. El equipo ilicitano no perdonó desde los 11 metros y se adelantó en el marcador (0-1) en el minuto 35. Pese a la ansiedad del equipo de Mompeán, la Peña no supo rematar el partido en la segunda parte con las ocasiones de las que dispuso al contragolpe. La vuelta a casa de Roque Antolinos, con media hora por delante, insufló energía al equipo. Devolvió la ilusión a la grada y reanimó al conjunto gualdinegro, que comenzó a pisar área y a acercarse a la portería rival.

En los últimos minutos, fruto de esa fe inexplicable, llegó un córner a favor que la afición celebró como un gol. Es una gran metáfora de la fidelidad. Y llegó. El saque de esquina terminó en la cabeza de Hamza, tras un despeje y una prolongación, antes de que el central anotara el empate (1-1). Parece un punto, pero es oxígeno en vena.

En primera regional o en cualquier otra categoría escogemos ser dueños de nuestro club. Con nuestras normas. Asumimos, como decía Umbral, que el deporte no es más que una estilización de la guerra. Y no hay mejor razón por la que luchar que la del fútbol popular; no hay mejor trinchera que la del Orihuela Deportiva.

 

Por parte del CFP Orihuela Deportiva lucharon: León; Tatto, Hamza, Libu, Guille; Manuel Jesús, Mario Sánchez, Víctor Jara (Samu Guerrero), Abel (Trino); Espadas (Roque), Josan (Cristian). Ent: Agustín Mompeán

Goles: 1-1 Hamza

Unos 300 espectadores en Las Espeñetas

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