Este es un texto original de Manu Mazón, socio del CFP Orihuela Deportiva, escrito el 20/04/2012

A finales de los años veinte, un grupo de muchachos de la oriolana Calle de Arriba formó un equipo de fútbol al que uno de sus jugadores bautizó como La Repartiora. Ese chico era, por aquel entonces, un pastor aficionado a las letras que comenzaba a escribir sus primeros versos en una libreta de rayas. Se llamaba Miguel Hernández.

Según el testimonio de otro de los componentes de La Repartiora,Vicente Sarabia, Paná, «a Miguel le gustaba mucho jugar al fútbol, y como allí nos poníamos nombres, pues a él le llamábamos “El barbacha”, porque jugaba bien y era fuerte, pero lo hacía algo lento, y como hay por estos terrenos caracoles que los llaman “barbachas”, por eso» (Collado, 1993, p.35).

Sobre el origen del nombre del equipo de La Repartiora hay dos versiones. Una de ellas es del propio Paná, quien cuenta que el nombre surgió porque «allí lo repartíamos todo», de manera que «el que podía llevar algo de comer o de beber, pues era para repartirlo». En cambio, Ramón Pérez Álvarez señala que el nombre es realmente un sarcasmo político dedicado a la derecha oriolana. En este sentido, Pérez Álvarez afirma que «en Orihuela los pobres ironizaban a costa de las derechas, pues según éstas, si venía el comunismo, todo sería repartido, bicicleta, vacas, cerdos, huertos e incluso las mujeres…» (Pérez, 1984). Sea como fuere, ambas versiones enraízan en la humilde condición social de los jugadores de La Repartiora.

Equipo de La Repartiora. Miguel Hernández es el segundo de la derecha, en la primera fila

Miguel, como secretario del equipo y poeta incipiente, se encargó de escribir el “Himno a la Repartiora”. La letra, que se cantaba sobre la música del pasodoble popularmente conocido como “Por la calle de Alcalá”, decía así:

Vencedora surgirá,
porque lo ha mandado el “Pá”,
la terrible y colosal Repartiora.
Por las calles marchará
y el buen vino beberá
porque siempre victoriosa surgirá.
En la tasca habrá de ver
la ilusión con que al vencer
mostrará siempre en su cara lisonjera.
Todo el mundo la verá
bulliciosa y “descará”
porque siempre surgirá.
Grande es la triunfal defensa,
el Rosendo y el Manolé,
Pepe, Paco y el Botella ,
todos formidables, saben convencer.
Ya la Repartiora
vence con gran poder,
mientras que el otro llora
por no poder vencer.
Salta ya Paná,
brilla el moscatel,
que el vinillo está
que parece miel.
Ya venció la Repartiora,
su canción cantando va.
Surge clara y triunfadora
con su voz sonora
ya casi “apagá”.

Pero Miguel fue más allá y compuso una canción jocosa titulada “Ni el Iberia ni los Yankes” en la que se burlaba de los dos principales rivales de La Repartiora: Los Yankes, equipo compuesto por jóvenes burgueses, y El Iberia, formado por  mozos de la calle de La Acequia. La letra de la cancioncilla estaba adaptada a la música del chotis de “El Pichi”:

Nadie
desde ahora en adelante,
ni el “Iberia” ni los “Yankes”
ni con su líneas de ataque
hah de poder combatiros
ni el Orihuelal F. C.
¡Hurra!
Hurra los repartidores,
los mayores jugadores,
además de bebedores,
en Madrid como en Dolores,
en el campo ha visto usted.
Tráiganos ya,
para chutar
y “pa” marcar
el primer gol.
Nuestra delantera,
corta el bacalao.
Hay un medio centro
que no está jugaó.
Para hacerlo bien
hay un interior
que en combinación
marca el primer gol.
¡Anda que te zurzan
ese calcetín,
que por la rotura
te vas a salir!
Tú eres “Yankes”, para mí,
un suspiro en pantalón
y tú vas,
detrás de mí,
para chutar y marcar
el gol.
¡Anda que te zurzan
ese calcetín,
que por la rotura
te vas a salir!

Poco después, la afición de Miguel Hernández por el fútbol y, seguramente, la influencia de la “Oda a Platko” de Alberti, llevaron al poeta oriolano a escribir “Elegía-al guardameta”. Esta composición se inspira en un accidente del entonces portero del Orihuela FC, Manuel Soler, Lolo, quien durante un partido se golpeó con el poste y se abrió una enorme brecha en la cabeza. El portero no murió como consecuencia de aquel testarazo, pero Miguel, en un meritorio ejercicio de inventiva, aderezó el suceso con la muerte para completar así el sentido trágico del poema.

A Lolo, sampedro joven en la portería del cielo de Orihuela.

Tu grillo, por tus labios promotores,
de plata compostura,
árbitro, domador de jugadores,
director de bravura,
¿no silbará la muerte por ventura?

En el alpiste verde de sosiego,
de tiza galonado,
para siempre quedó fuera del juego
sampedro, el apostado
en su puerta de cáñamo añudado.

Goles para enredar en sí, derrotas,
¿no la mundial moscarda?
que zumba por la punta de las botas,
ante su red aguarda
la portería aún, araña parda.

Entre las trabas que tendió la meta
de una esquina a otra esquina
por su sexo el balón, a su bragueta
asomado, se arruina,
su redondez airosamente orina.

Delación de las faltas, mensajeras
de colores, plurales,
amparador del aire en vivos cueros,
en tu campo, imparciales
agitaron de córner las señales.

Ante tu puerta se formó un tumulto
de breves pantalones
donde bailan los príapos su bulto
sin otros eslabones
que los de sus esclavas relaciones.

Combinada la brisa en su envoltura
bien, y mejor chutada,
la esfera terrenal de su figura
¡cómo! fue interceptada
por lo pez y fugaz de tu estirada.

Te sorprendió el fotógrafo el momento
más bello de tu historia
deportiva, tumbándote en el viento
para evitar victoria,
y un ventalle de palmas te aireó gloria.

Y te quedaste en la fotografía,
a un metro del alpiste,
con tu vida mejor en vilo, en vía
ya de tu muerte triste,
sin coger el balón que ya cogiste.

Fue un plongeón mortal. Con ¡cuánto! tino
y efecto, tu cabeza
dio al poste. Como un sexo femenino,
abrió la ligereza
del golpe una granada de tristeza.

Aplaudieron tu fin por tu jugada.
Tu gorra, sin visera,
de tu manida testa fue lanzada,
como oreja tercera,
al área que a tus pasos fue frontera.

Te arrancaron, cogido por la punta,
el cabello del guante,
si inofensiva garra, ya difunta,
zarpa que a lo elegante
corroboraba tu actitud rampante.

¡Ay fiera!, en tu jaulón medio de lino,
se eliminó tu vida.
Nunca más, eficaz como un camino,
harás una salida
interrumpiendo el baile apolonida.

Inflamado en amor por los balones,
sin mano que lo imante,
no implicarás su viento a tus riñones,
como un seno ambulante
escapado a los senos de tu amante.

Ya no pones obstáculos de mano
al ímpetu, a la bota
en los que el gol avanza. Pide en vano,
tu equipo en la derrota,
tus bien brincados saques de pelota.

A los penaltys que tan bien parabas
acechando tu acierto,
nadie más que la red le pone trabas,
porque nadie ha cubierto
el sitio, vivo, que has dejado, muerto.

El marcador, al número al contrario,
le acumula en la frente
su sangre negra. Y ve el extraordinario,
el sampedro suplente,
vacío que dejó tu estilo ausente.

Sirvan estos apuntes para reivindicar que la cultura y el deporte no tienen por qué estar reñidos.

***

Bibliografía
– Antón, A.J. y Becerra, D. (2010). Miguel Hernández. La voz de la herida. Córdoba: Editorial El Páramo.
– Collado, P. (1993). Miguel Herández y su tiempo. Madrid: Ediciones Vosa.
– Ferris, J. L. (2002). Miguel Hernández. Pasiones, cárcel y muerte de un poeta. Madrid: Ediciones Temas de Hoy.
– Hernández, M. (2010). Obra completa, Tomo 1, Poesía/Prosas. Madrid: Espasa Libros.
– Pérez, R. (1984, 27 de junio). Ramón Pérez desmiente mucho de lo comentado hasta ahora sobre Miguel Hernández. En Canfali Vega Baja, p. 5.

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